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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9788437611198
Editorial: Tolemia
Remo Erdosain está rodeado de delincuentes místicos, rufianes machistas y mujeres de la mala vida. Pero más allá de ello, Erdosain vive como un hombre cáscara, completamente vacío, y espera llenar ese espacio cometiendo una atrocidad. ¡Seguí escuchando para descubrir cuál!
Cuando Erdosain abrió la puerta de la gerencia, quiso retroceder; comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde. En la sala lo esperaban el director, el contador y el subgerente.
—Tenemos la denuncia de que usted es un estafador, que nos ha robado seiscientos pesos —comentó el subgerente.
—Yo no he robado nada, son mentiras.
Estaba mintiendo.
—Entonces, ¿está en condiciones de rendir cuentas?
—Si quieren, hoy mismo a mediodía.
Esta contestación salvó transitoriamente a Erdosain, porque los representantes de la compañía le permitieron entregarle el dinero, con planillas y recibos, al día siguiente.
Sin embargo, Erdosain no quería irse de allí, necesitaba hacerles comprender la desdicha inmensa que era su vida. Él sabía que era un ladrón, y aunque quizá esa palabra no estuviera en consonancia con su estado interior, existía otro sentimiento que lo dejaba sordo.
Ese sentimiento, ese silencio, irrumpía en la continuidad de sus ideas. Él era un hombre vacío, era una cáscara de hombre movida por el automatismo de la costumbre.
Su ansiedad le hacía apetecer una existencia en la cual el mañana no fuera una continuación del hoy, sino algo distinto y siempre inesperado. “¿Qué alma, qué alma es la que tengo yo?”, solía preguntarse Erdosain.
Erdosain había comenzado a robar porque le brindaba cierta alegría de inventor. Lo mismo había creído cuando imaginaba la felicidad de estar con su esposa Elsa; estaba seguro de que la felicidad purificaría su vida. Pero luego todo volvía a pesar en su alma, y el remordimiento lo entristecía.
Debía pedir ayuda para pagar su deuda. La primera persona a la que pidió auxilio fue a un farmacéutico de nombre Ergueta. Pero este, después de hablar de su esposa —una prostituta coja—, de los juegos de azar y de la salvación bíblica que traerían los estafadores y desdichados, se negó a darle dinero.
Erdosain sentía vergüenza, su vida se desangraba, pero ya se había olvidado de Ergueta. Ahora pensaba en Gregorio Barsut: el primo de su esposa que tanta repulsión le causaba.
Barsut era un hombre que pasaba de conversar sobre la herencia que guardaba en el banco o sobre cualquier tontería, a hacer supuestos donde él mataba tanto a Erdosain como a su prima.
Erdosain no comprendía el odio que le había cobrado a Barsut, lo suponía grosero. Gregorio era el tipo de hombre que amontonaba obscenidades y barbaridades, solo por el placer de ultrajar la sensibilidad del otro.
Pedirle el dinero prestado a Barsut era imposible, así que pensó en otra persona: el Astrólogo. El hogar que ocupaba el Astrólogo estaba en el centro de una quinta boscosa, una casa de tejados rojizos entre árboles silvestres y flores. Erdosain pensó que cualquier camino en la vida era malo, pero era mejor vivir en un lugar así.
Cuando Erdosain estaba a punto de llamar a la casa, el Astrólogo apareció en la puerta, invitándolo a entrar. Erdosain no era la única visita, había un hombre, a quien el Astrólogo presentó como Arturo Haffner, pero que en encuentros pasados con Erdosain lo había categorizado como el Rufián melancólico, debido a su intento de suicidio.
Antes de que Erdosain entrara a la casa, ellos mantenían una conversación sobre la gran base de seguidores que tenía el Ku-Klux-Klan y sobre cómo se podía tener en Argentina una sociedad secreta de igual poderío.
—Mi plan es dirigirnos a los jóvenes bolcheviques, estudiantes y proletarios inteligentes. Acogeremos a los que tienen un plan para reformar el universo, a los empleados que aspiran a ser millonarios, a los que quedan en la calle sin saber a dónde mirar —siguió la conversación el Astrólogo.
Erdosain lo interrumpió para decirle que necesitaba dinero. Ante la curiosidad del Astrólogo, el desdichado hombre tuvo que explicarle sobre su deuda.
Fue Haffner, quien se había interesado por aquel personaje, el que decidió firmarle un cheque por seiscientos pesos. Para Erdosain, aquello había sido tan rápido y absurdo que sentía vergüenza.
Mientras se iba de la casa del Astrólogo, el Rufián se unió a él y le explicó que aunque no creía del todo en la idea del Astrólogo, él igual se encargaría de los prostíbulos que mantendrían contentos a los miembros de la sociedad secreta.
El concepto que tenía el Rufián sobre la mala vida y las mujeres en ella, era algo que a Erdosain le parecía desagradable. Y lo confirmó enseguida.
—La mujer es inferior al hombre… La mujer que gana plata sucia la da toda para hacer feliz a su hombre —comentó el Rufián.
Erdosain se sentía anonadado por el formidable desprecio que ese hombre revelaba hacia las mujeres. Tanto fue su asco que le ofreció devolverle el cheque, pero el otro no aceptó.
Minutos más tarde, cuando Augusto Remo Erdosain llegó a su casa notó que su mujer, Elsa, estaba acompañada de un marinero.
—Remo, yo no voy a vivir más con vos —le expresó su esposa—. Estoy cansada.
Erdosain no entendía las razones, después de todo su esposa siempre estaba cansada, en cualquier momento y donde fuera. Buscó su arma con la intención de detener al marinero, pero solo la tiró al suelo. La miseria en la que quedó sumido cuando su esposa se fue era una miseria de adentro, del alma.
Quien sacó de su penumbra a Erdosain fue Barsut. Entró a la casa buscando a su prima. Él le explicó que lo había dejado por otro hombre. Barsut le dio una bofetada tan fuerte que la cabeza de Erdosain fue a dar contra un muro.
—¿Y vos te dejaste llevar a la mujer en tus barbas?
Erdosain no entendía tanto interés de Barsut por la situación hasta que este le explicó todo. Desde siempre había odiado a Elsa, lo hacía sentir miserable, era una mujer fría que, según Barsut, necesitaba sufrir.
Él necesitaba humillar a Erdosain por ser el hombre de Elsa, pero al mismo tiempo buscaba quedarse con ella y hacerle la vida imposible. Le comentó que era él quien lo había denunciado por ladrón.
—Quería verte hundido para que ella me pidiera de rodillas que te ayudara… —dijo Barsut.
Erdosain se sentía cansado, no quería verle la cara más a aquel hombre, pero al mismo tiempo algo dentro de él se había despertado. Sabía qué iba a hacer para que su alma dejara de ser desdichada, para que su estado de hombre vacío cambiase a uno que llamase la atención de todos: asesinar.
Tomó el arma del suelo y salió de su casa ignorando a Barsut; era la segunda vez que visitaba al Astrólogo en tan poco tiempo.
—Puedo conseguir el dinero para que construya su sociedad —fue lo que le dijo Erdosain al Astrólogo.
El plan de Erdosain era secuestrar a Barsut con la excusa de haber encontrado el paradero de Elsa, obligarlo a firmar un cheque para retirar el dinero de su herencia, dárselo al Astrólogo y luego asesinar a Barsut.
Para sorpresa de Erdosain, el Astrólogo estuvo de acuerdo.
Cuando Erdosain le dijo a Barsut que había encontrado la ubicación de Elsa, al principio no le creyó. “Seguro querés asesinarme”, decía, pero la idea de toparse con su prima era más atractiva.
Remo llevó a aquel hombre directo a la boca del lobo, donde lo esperaban el Astrólogo y Bromberg, un hombre fuertísimo que de un golpe dejó a Barsut sin conocimiento. El resto fue sencillo, lo llevó a la caballeriza que estaba en el terreno del Astrólogo.
Barsut no iba a cooperar tan fácil, pero el Astrólogo tenía una idea. Y con esa idea en mente Erdosain, el Astrólogo y Bromberg fueron a la caballeriza a visitar al secuestrado.
Cuando entraron al lugar, el Astrólogo no perdió tiempo y dio un discurso.
—Venía a verlo para que arreglemos esa cuestión del cheque —le expresó el Astrólogo decentemente.
—El dinero convierte al hombre en un dios, los escritores de la antigüedad no concebían que personas como Rockefeller, Ford o Morgan tendrían tanto poder o dinero como para destruir la Luna —relataba el Astrólogo.
Y prosiguió:
—Pero si diéramos por sentado al superhombre, nadie tendría el interés de conservar su existencia. En dado caso, aparecerá una peste incurable: el suicidio. Claro, esto no sucederá mientras los hombres no reparen en qué se funda su desdicha.
Para el Astrólogo, la felicidad de la humanidad se apoyaba en la mentira metafísica, y que al privarla de ella, recaería en las ilusiones de carácter económico. Fue a partir de eso que ideó su proyecto.
Su sociedad se comprendería de dos castas: una en total ignorancia y más interesada en milagros apócrifos, y una minoría que depositaría absoluta confianza en la ciencia. La felicidad de la mayoría estaría garantizada.
No se supo si a Barsut, en el fondo, le parecía una buena idea o no, pero aceptó a firmar el cheque. No sabía que, con o sin su ayuda, el Astrólogo y Erdosain ya habían planificado su final.
Ese mismo día, cuando Erdosain llegaba a su casa notó que una señora lo estaba esperando. Era la esposa del señor Ergueta, “la coja”. Esta esperaba que Erdosain pudiera ayudarla económicamente, ya que su esposo estaba recluido en un loquero por sus problemas de juego; estaba obsesionado.
Erdosain dejó que la mujer se quedara en la casa y le dijo que al día siguiente le daría algo de dinero para que fuera a un hotel.
Hipólita, como realmente se llamaba la mujer, pareció leer el rostro preocupado de Erdosain y, sentándose a su lado, le preguntó qué ocurría. Erdosain, que estaba abrumado por todo, se echó a llorar en las faldas de la mujer.
El sufrimiento brotaba de él inagotablemente, se inundaba de más penas. Así agonizó varios minutos.
—Si me pidiera ahora que me matara, yo lo hacía. Tan contento estoy —dijo sarcásticamente Erdosain.
Hipólita se negó y el hombre quiso conocerla más. Ella le contó que en la mayoría de su juventud la había pasado como una sirvienta y que día tras día se preguntaba si ese sería su destino toda la vida.
Luego “decidió ser libre de cuerpo” y convertirse en una mujer de la mala vida.
Esto le dio confianza a Erdosain para explicarle que en sus manos estaba la vida de un hombre, y que a través de su muerte buscaría encontrar el sentido de su vida.
Esa noche, Erdosain soñó que Cristo le sonreía y que él le daba las gracias por tanta magnificencia y perdón. Cuando despertó, miró que aún seguía en las piernas de Hipólita. Se levantó, sacó de su bolsillo el arma y le disparó en la sien.
En su camino a cobrar el cheque, Erdosain se entregaba con más desconsuelo a sus penas.
Una vez que Erdosain tuvo el dinero en sus bolsillos, se dirigió a casa del Astrólogo para darle su parte. Este se sonrió al verlo; ambos habían confiado en el otro, ahora eran verdaderos amigos.
—¿Sabe? Muchos llevamos a un superhombre adentro. El superhombre es la voluntad en su máximo rendimiento, sobreponiéndose a las normas y ejecutando los actos más terribles —le comentó el Astrólogo mientras iban de camino a la última parte del trato: matar a Barsut.
Sin embargo, el encargado de tal acto sería Bromberg. Lo haría de una forma perfecta, estrangulándolo, sin dejar rastro de sangre. Cuando todos entraron a la caballeriza, aquel hombre tomó a Barsut por el cuello y lo apretó tan fuerte que murió en cuestión de minutos.
Estaba hecho, ahora era momento de comer, pero antes había que lavarse las manos como Pilatos.
—¿Qué me dice si organizamos una usina que llegue a ser en la Argentina lo que fue la Krupp en Alemania? Somos descubridores que no saben sino en conjunto hacia dónde van —le expresó con alegría el Astrólogo, viendo más cerca su proyecto.
Erdosain fijó un segundo los ojos en el semblante del otro, y luego, burlonamente, dijo:
—¿Sabe que usted se parece a Lenin?
Y antes de que el Astrólogo pudiera contestarle, salió de aquella casa.
Cuando la vida luce vacía de todo sentido y la existencia no es más que un pozo sin fondo, quizá lo mejor es realizar una acción tan irreverente que cambie todo. Eso era lo que pensaba Remo Erdosain cuando planeó el secuestro y asesinato de uno de sus conocidos.
Pero es esa misma acción la que desencadenó la creación de una sociedad que buscaba cambiar el rumbo de la Argentina y darle la felicidad a la mayoría, o al menos eso decía el Astrólogo.
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Hijo de inmigrantes, nació en el año 1900 en la Ciudad de Buenos Aires. Dejó la educación formal a muy corta edad para ser autodidacta. Tuvo múltiples trabajos hasta que se convirtió en escritor. Su figura se destaca dentro de la literatura argentina por ser uno de los primer... (Lea mas)
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